Cuando Ella, la hija de Jay Rosenblatt, cumplió dos años, padre e hija empezaron un ritual de aniversario consistente en una serie de preguntas fijas: él filmaba y preguntaba, ella respondía ante la cámara. Elaborada a lo largo de diecisiete años, el resultado de esta conmovedora obra deja lucir el amor del cineasta, pero también el peso de una mano maestra en el ensamblaje de los fragmentos temporales.