El 17 de enero de 2008, el vuelo 38 de British Airways experimentó una falla en ambos motores cuando el acelerador automático incrementó la potencia de estos mientras realizaba su aproximación al aeropuerto de Londres-Heathrow. El capitán desplegó los flaps para aumentar la distancia de vuelo de la aeronave y posteriormente tuvo un aterrizaje forzoso poco antes de la pista, sin víctimas fatales. Los motores fallaron debido a la formación de cristales de hielo, que causaron el bloqueo de los intercambiadores de calor combustible-aceite.