El 10 de junio de 1990, uno de los cristales de la cabina del vuelo 5390 de British Airways se desprendió, succionando parcialmente al capitán. Mientras los demás tripulantes sostuvieron al capitán, el primer oficial realizó un aterrizaje de emergencia, salvando a las 87 personas a bordo. Los investigadores descubrieron que un técnico de mantenimiento colocó tornillos que no eran del tamaño correcto.