A finales del siglo XIX, el auge del colonialismo global convirtió a las Islas Canarias en un estratégico punto de escala para las potencias europeas, influyendo en su desarrollo económico y social. El incremento de la actividad portuaria, la llegada de inversiones británicas, alemanas y belgas, y el florecimiento del turismo transformaron las islas en un centro de comercio y cultura internacional. A pesar de la prosperidad, el temor a una invasión estadounidense tras la guerra con España y la creciente tensión con las autoridades peninsulares llevaron a un auge del sentimiento independentista, liderado por figuras como Secundino Delgado. Su lucha por la emancipación, junto con la crisis provocada por la Primera Guerra Mundial, puso de manifiesto las tensiones y desafíos que enfrentaban las Canarias en su búsqueda de un equilibrio entre la influencia extranjera y el desarrollo autónomo.