En 1377, un violento temporal azotó las islas Canarias, desencadenando una serie de eventos que cambiarían su destino. Los turistas llegaron y el rey local, Guadarfía, aceptó la amistad del normando Don Alfonso de Betancur, pero se negó a ser su vasallo. Sin embargo, el intrépido Betancur buscaba expandir su dominio y, con la ayuda de los castellanos, tomó el poder en las islas. Guadarfía fue encarcelado, y Betancur se convirtió en rey. Su ambicioso sobrino, Maciot, gobernó con mano dura hasta que la regente de Castilla envió a Don Enrique de Guzmán para restaurar el orden. Eventualmente, las islas se integraron como un feudo castellano, poniendo fin a la breve dominación normanda.